La vitamina C es una de las más conocidas, pero eso no significa que tomemos siempre la dosis deseable, pues como no se acumula debe aportarse cada día con la dieta.
Su papel en el organismo es muy importante ya que su función antioxidante es imprescindible y además interviene en muchos otros procesos, como el buen estado de la piel y el sistema inmunitario, la síntesis de hormonas, la absorción del hierro...
Es recomendable que la dieta aporte cada día una ración mínima de vitamina C (60 mg). No se trata simplemente de tomar las raciones justas para no tener problemas carenciales, sino las necesarias para que la vitamina C ejerza todas sus funciones en el aspecto inmunitario y preventivo.
Las personas que son fumadoras, que sufren mucho estrés o que padecen alguna enfermedad crónica requieren una dosis más elevada de esta vitamina. Las embarazadas o las personas convalecientes también necesitarán dosis extras.
Para ello hay que tener en cuenta que para que se ingiera la cantidad necesaria, será preciso, no sólo tomar los alimentos adecuados, sino también manipularlos correctamente para que no se pierda.
Por todos es conocido que frutas como la naranja, el kiwi, el arándano o las fresas contienen mucha vitamina C. Conviene consumir dos piezas al día. También es necesario tomar 2 raciones de hortalizas y verduras (250-300 g / ración) al día y preferentemente una de ellas en crudo.
Es importante consumir verduras frescas en ensaladas. No sólo lechugas, escarolas, endibias... Se puede probar con berros, canónigos, perejil, rúcula, acedera, diente de león, verdolaga, col verde o espinacas, todas ellas muy ricas en vitamina C.
La vitamina C es muy sensible al oxígeno, a la luz y a las altas temperaturas. Las verduras al dente son mucho más nutritivas y sabrosas. A mayor tiempo de cocción, menor cantidad ele vitamina C.
Si se cuecen las verduras al vapor o se escaldan rápidamente en agua hirviendo con sal la ebullición tapará el poro y disminuirá la pérdida de vitaminas.
Con las cocciones cortas y las verduras al dente se obtienen platos nutritivos, sabrosos, crujientes y de aspecto estupendo.
Cuanto más se corta un vegetal, mayor es la pérdida de vitaminas. La clásica "macedonia" está muy bien pero aporta menos vitamina C que si se consumen las mismas frutas sin trocear.
Los zumos tienen menos valor nutritivo que la fruta entera. Además la vitamina C, al estar en contacto con el aire, se oxida mucho más. Los zumos envasados no pueden sustituir nunca a la toma de fruta fresca.
Todos los alimentos pierden parte de sus vitaminas si se guardan mucho tiempo. Conviene adecuar la compra al consumo.
Conviene comprar las frutas y verduras a menudo y dejarlas en el refrigerador el menor tiempo posible. No hay que olvidar que la vitamina C de los alimentos disminuye vertiginosamente con el tiempo.
La vitamina C se diluye en el agua. Por eso no hay que dejar la lechuga o cualquier verdura en remojo antes de consumirla. Es mejor lavar bajo el chorro suave o sumergirlas rápidamente y secarlas. Conviene optar por frutas ecológicas, que no requieren un lavado tan excesivo. Además, está demostrado que los productos biológicos son más ricos en nutrientes.
Por otro lado, hay que evitar pelar las frutas que pueden consumirse enteras. La piel es rica en vitaminas y la capa más cercana a ella también. Si se pela, un pelador o un cuchillo fino es ideal.
Existen métodos de cocción que casi no alteran las propiedades de los alimentos y permiten conservar sus nutrientes. He aquí algunos ejemplos.